a verdad es que no se dice en voz alta. Se escuchan susurros por doquier pero, de frente, nadie asume el tema hasta esta semana, que cansados de tanto gritar al vacío, los indígenas denunciaron ante los medios de comunicación que los están asesinando de manera sistemática y, lo que es peor, tras haber sido advertidos previamente.
La cifra me quedó retumbando en el cerebro y sentí rabia porque, si lo pensaba un poco, no es una cifra desconocida solo que no la tenía en su conjunto sino fragmentada. Un líder indígena asesinado tal día, otro más en tal sitio, un quinto, sexto o décimo sumando algunos más aquí y allá. Y entonces uno sabe que son muchos, que algo está pasando, que toca actuar con urgencia pero nada más.
El consejero mayor de la Organización Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC), Luis Fernando Arias, nos recordó la cifra actualizada, por supuesto, a comienzos de la semana en RCN Radio: “Tenemos 117 líderes indígenas asesinados en lo corrido de este año”. Y agregó que lo más grave es que son asesinatos anunciados, advertidos y perpetrados.
Ciento diecisiete líderes indígenas asesinados desde el primero de enero de 2019 al 21 de octubre de 2019. Escalofriante cifra. Los departamentos donde con mayor frecuencia se presentan los homicidios son Cauca, La Guajira y Quindío, lo que no excluye otras zonas del país. Y las víctimas, todas, con perfil de líderes frente a sus comunidades que luchan por la defensa de sus derechos, por la protección de sus gentes, por la dignidad de sus trabajos.
Y entonces se nos viene a la mente el 12 de octubre de 1492 cuando inició el genocidio más grande de la historia. Al menos 90 millones de indígenas fueron exterminados en el naciente continente americano. El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro planteó que a finales del siglo XV, al momento en que arribaron los conquistadores europeos a América, existían aproximadamente 70 millones de indígenas y concluye que siglo y medio después solo quedaban unos tres millones y medio mal contados y las cifras coinciden con los demás historiadores del descubrimiento de América.
¿Exterminio? ¡Doble exterminio! El de entonces y el de ahora. Bajo contextos diferentes pero exterminio al fin y al cabo. ¿Qué dicen las autoridades? ¿Qué dicen las investigaciones? ¿Cuántos más indígenas serán asesinados antes de que ponga freno a los homicidios selectivos de indígenas? ¿Estamos una vez más asistiendo como espectadores impotentes, de otro hecho histórico desenfrenado contra un segmento de la humanidad, como ocurrió con el exterminio de la Unión Patriótica? Ese partido político de la entonces guerrilla de las Farc que se creó tras la firma de los acuerdos de paz, en marzo de 1985, durante el gobierno de Belisario Betancur.
Desalienta que del lado de las autoridades solo haya silencio, o declaraciones de cajón cómo la de que avanzan las investigaciones por buen camino, o las ya trilladas averiguaciones exhaustivas y los datos certeros que apuntan hacia la pronta captura y judicialización de los directos responsables. Porque los resultados no se ven, a menos que se contabilicen los muertos, los nuevos muertos que engrosan la cifra.
Nos decía el defensor del pueblo, Carlos Negret, sobre el exterminio que ya se puso en contacto con las directivas de la ONIC, que están al tanto de la situación y que “tan pronto pasen las elecciones” se sentarán a trabajar conjuntamente con la organización de los pueblos indígenas para buscar soluciones efectivas. Pero nos dio una información importantísima: dice estar seguro que quienes están detrás de los asesinatos de indígenas son los dueños de cultivos ilícitos que no quieren que les erradiquen el negocio y los dueños de las “maquinas amarillas”, las de la minería ilegal.
Por ahí pueden empezar las autoridades, pero no se puede dar más largas al problema. Porque las horas y los minutos cuentan y una vida, cada vida, tiene un valor incalculable. Hay que frenar el exterminio anunciado; hay que ir a terreno, identificar a los responsables, levantar las pruebas y actuar, pero el tiempo se acabó. El caso, literalmente, es de vida o muerte.