Con ese grito, coreado con energía y entusiasmo por más de 150 hombres y mujeres que, durante años trabajaron y dieron su esfuerzo y parte de sus vidas para hacer realidad el cruce vial de la cordillera Central, el Presidente Iván Duque Márquez recorrió un amplio tramo de los 30 kilómetros del “milagro de la ingeniería colombiana”.
El Jefe de Estado se lanzó por la vía que serpentea las montañas entre los municipios de Cajamarca, en el departamento del Tolima; y Calarcá, en el Quindío, conduciendo un jeep Wrangler, cuatro por cuatro, verde oliva. Cumplía así la promesa, no solo de culminarla antes de terminar su período de Gobierno, sino de cruzar esta obra que, desde 1902, se había convertido en un anhelo para los colombianos.
El camino lo inició en el imponente puente Yarumo Blanco, una colosal estructura en forma de herradura, aislada sísmicamente de las múltiples fallas geológicas del suelo, y que hace parte de los 31 viaductos que componen el proyecto vial. Este paso es destacado al lado del túnel de La Línea, que, con sus 8,6 kilómetros de longitud, lo hace el más largo de América Latina y el Caribe.
Allí lo esperaron los trabajadores en una calle de honor, junto con un grupo de danzas y un coro de niños de la Fundación de Danzas de Armenia. Ellos entonaron el himno nacional, mientras el Mandatario y el equipo de Gobierno desplegaban, por las barandas del puente, una gigantesca bandera de Colombia.
“A todos los trabajadores les enviamos nuestro cariño, nuestra gratitud. Son unos guerreros. Los valoramos y siempre recordaremos este trabajo histórico para unir a Colombia”, dijo. Después estrechó manos y posó con todos para la obligada selfie. Allí, los técnicos ambientales de la obra le explicaron al Presidente los trabajos de siembra de árboles nativos en toda el área, como parte de la compensación ambiental requerida y recibió un roble rosado como símbolo de ese trabajo.
Rumbo al Centro de Control de Operaciones (CCO), en el kilómetro 36 de la vía a Cajamarca -su siguiente parada-, no dudó en aminorar la marcha del vehículo para saludar a los lugareños que salieron de sus casas hasta el borde de la carretera para ver el paso de la caravana presidencial. Emocionado, tocaba la bocina del carro y respondía saludos. No dudó en parar el vehículo para hablar con los niños que se agolpaban en la orilla de la carretera.