‘A los hombres no nos escuchan y, ahora, mi hijo está muerto’

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Desde que murió su bebé, Luis Manuel Payares Felizola, de 33 años, anda de entidad en entidad con una carpeta atiborrada de papeles tratando de que alguien le diga cuál fue la causa de su muerte. Él, quien trabaja como vigilante, no tiene ni los recursos ni las influencias para pagar un abogado.

Este hombre oriundo de Curumaní, César, vive hace 33 años en Bogotá, donde conoció a la madre de sus hijos, Luz Neira Agudelo Vadillo, de 24 años. “Duramos unos siete años juntos en unión libre”. La relación prosperó y fruto de ella nacieron dos niños y una niña. “Primero vivimos en el barrio Jerusalén Cantera de Ciudad Bolívar, pero luego nos fuimos a La Coruña en la misma localidad”.

Luis cuenta que los problemas de la pareja surgieron cuando ella comenzó a trabajar en un almacén de ropa mientras que él laboraba en una empresa de basuras. “Ella comenzó a llegar tarde, a querer salir en la noche con sus amigos, a decir mentiras, y así comenzaron las peleas. La relación se acabó, pero luego regresamos”.

Viviendo juntos en La Coruña, la relación se volvió insostenible. “Fue un infierno. Ella tenía a los niños totalmente descuidados. Decía que estaba cansada y se iba a dormir. A mí me tocaba llegar del trabajo y hacerles la colada a los niños. Por eso nos separamos hace como dos años y medio”.

Inicialmente acordaron, ante una comisaría de familia en noviembre de 2017, que Luz se llevaría a los niños menores. “El grande no se quiso ir con ella, así que yo me quedé con él”.

Luego de este trámite, el bebé fue acogido durante un tiempo por la mamá de Luz en otra región del país, mientras que la niña quedó al cuidado de su mamá. “Esa señora lo cuidó bien, no me puedo quejar, pero no pasaba lo mismo con la niña; la llevaban de un lado para otro, se veía descuidada, no me sentía bien”.

Entonces, Luis interpuso otra demanda el 5 de octubre de 2018. “Ese día tuvimos una fuerte discusión con Luz ante el comisario, pero ese día logré que me dieran la custodia de mi niña y que mi expareja me pasara 200.000 pesos mensuales para subsanar sus gastos”.

Desde ese día, Luis y su familia se encargaron de todo lo relacionado con sus hijos mayores. “Yo veo por el colegio de ellos, por sus tareas, los llevo, los traigo, y mi mamá y la familia me ayudan mucho”.

Pero después comenzó a ocurrir algo extraño con su hijo menor –a cargo de su madre– de solo dos años y cinco meses. “Cuando me correspondía verlo, el niño presentaba golpes en su rostro. Yo le decía a su mamá: ‘Tenga más cuidado con el bebé’”.

En una ocasión, el niño resultó con una fractura en su brazo. “Luz me dijo que se había tropezado con una señora gorda. Eso todo me parecía como extraño; por eso me acerqué a la comisaría de familia La Casona en Ciudad Bolívar a advertir que eso estaba pasando”.

Yo no soy investigador para decir qué pasó. No voy a culpar a nadie, pero la muerte de mi chiquito es muy extraña y exijo que investiguen

Pero allá le dijeron que si él no había visto con sus ojos las agresiones, ellos no podían hacer nada. “Lo peor es que les mostré las fotos”. Finalmente, y luego de no lograr activar una alerta con las autoridades pertinentes, el 11 de abril del año 2019, su hijo fue ingresado a la clínica Cafam de la 51. “Solo dos días después me enteré de que mi niño estaba internado, y por boca de mi exsuegra”. Cuando este hombre arribó al lugar, el infante tenía hematomas en su cara y en su cuerpo.

La explicación que le dio Luz fue que el niño se había caído de unas escaleras del barrio y que le estaban tomando una ecografía en su abdomen. “Luego me enteré de que la mamá del niño había hablado con la psicóloga de esa clínica y que esta le había puesto un punto negativo, que habían llamado a la Policía de Infancia y que si esto volvía a pasar, llamaban al Bienestar Familiar (ICBF)”. Lo que Luis no entiende hoy es por qué, si hubo sospechas de maltrato, esto no le fue notificado de forma inmediata al ICBF, por qué la policía no hizo nada. “No me cabe en la cabeza tanta negligencia ante un riesgo”.

Finalmente, al niño le dieron salida el 15 de abril. “Salió bien. Aunque todavía tenía hematomas. Él me dio abrazos y besos, todo lindo. En el reporte dice que ninguno de sus órganos estaba comprometido, pero en la historia clínica sí quedó consignado que había evidencias de un presunto maltrato”.

Luis cuenta que el 16 de abril fue a ver a su bebé. “Ese día todavía tenía morados. Me abrazó y lloró para que me lo llevara, pero yo no podía porque tenía que trabajar. Le dije a Luz que me lo llevara el Jueves Santo porque descansaba esos dos días, pero eso nunca pasó. Mi hijo murió el miércoles 17 de abril, cuando yo me encontraba en turno nocturno”.

Como la primera vez, Luis se enteró de lo ocurrido por una hermana de la mamá del niño. “Ella le entregó al bebé a una policía del CAI de La Candelaria, y ellos fueron los que lo llevaron al hospital de Meiseen”.

EL TIEMPO consultó a la Secretaría de Salud, que corroboró el hecho. “El niño fue traído al hospital por agentes de la policía y cuando arribó ya no tenía signos vitales. Su madre dijo que se había caído, pero este no tenía un cuadro que concordara. Estaba muy mal”.

Luis solo supo que el niño se había puesto muy mal, que su estómago se había inflamado y que el niño había vomitado. “Yo no soy investigador para decir qué pasó. No voy a culpar a nadie, pero la muerte de mi chiquito es muy extraña y exijo que investiguen. Se sabe que una de las razones de que haya tantas injusticias en Ciudad Bolívar es que las autoridades no lo escuchan a uno. Esto se hubiera podido evitar. A los hombres no nos están escuchando. A las comisarías también van papás responsables. Ahora ya qué, mi hijo murió”.

‘Jamás le puse un dedo’

EL TIEMPO habló con Luz Neira Agudelo, que dio su versión de los hechos como es debido. “El papá de mi hijo está diciendo cosas que no son. Hasta este momento no sé de qué murió mi hijo. Estamos esperando el dictamen de Medicina Legal. Creo que están sacando a la luz pública algo que no es verdad. El hospital fue claro en decir que no hubo maltrato”.

Agregó además que su hijo de 2 años sufrió de varias caídas previas a su deceso. “Primero me lo tumbaron en la tienda del barrio. Ahí fue en donde se fracturó un brazo y terminó con el radio dislocado. A él lo enyesaron. En el hospital, luego, me dejaron caer al niño; se le rompió su cabeza, le tomaron un punto y todo empezó a empeorar desde ahí. Luego, al niño le salió un hematoma en su cabeza”.

Luego, en otro episodio, agregó la mujer, el bebé se vuelve a caer, esta vez, como reposa en un documento, de unas escaleras del barrio. “A partir de ese momento el hematoma se crece, le cubre toda la cabeza, le salieron más moretones por todo el cuerpo porque la sangre no le circulaba bien”.

Según dice ella, las autoridades son las que tendrán que averiguar cuál de las dos versiones es la verdadera y cuál fue la causa real de la muerte de su hijo.

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